La justicia de Tlaxcala: entre «El Juez Dredd» y una telenovela de barrio

Rodrigo Corona


Bienvenidos a Tlaxcala, la tierra donde el mole es sagrado, las tortillas son una religión y, aparentemente, la justicia ahora se sirve a puño limpio como en una pelea de cantina de película de Pedro Infante. En los últimos días, este rincón de México ha decidido que ya no necesita tribunales, códigos penales ni esas cosas aburridas que implican leer: aquí, el pueblo se ha autoproclamado juez, jurado y verdugo. Y no, no es un reboot de El Juez Dredd con Sylvester Stallone, aunque la vibra distópica está ahí.


El primer acto de esta tragicomedia nos lleva a Natívitas, donde un supuesto secuestrador y abusador de una menor de 10 años fue linchado hasta la muerte por una turba enfurecida. La escena parece sacada de The Walking Dead, pero sin zombis y con más indignación acumulada que en una fila del OXXO cuando se cae el sistema. La niña, víctima de un crimen atroz, desató una furia colectiva que no esperó peritajes ni declaraciones. ¿Para qué, si el pueblo ya tiene su propia versión de CSI: Tlaxcala Edition? Claro, no hay laboratorio ni pruebas de ADN, pero sí un montón de señoras con chancla en mano y señores con el coraje suficiente para hacer lo que las autoridades no. El resultado: un tipo muerto, una comunidad dividida entre el aplauso y el «ay, Dios mío, qué hicimos», y un comunicado oficial que suena más a «pues ya qué» que a solución.


Pero la cosa no para ahí. En menos de 24 horas, Tlaxcala se puso creativa y casi lincha a tres más. Uno de ellos, en un giro digno de Scooby-Doo, resultó ser solo un pobre que presuntamente solo iba por tortillas y lo acusaron de «parecer sospechoso».

¡Sospechoso! Como si llevar una bolsa de mandado fuera el uniforme oficial de los villanos de Spider-Man. La policía estatal tuvo que intervenir para salvarlo, porque al parecer en Tlaxcala ahora todos tienen un radar de malhechor integrado que funciona tan bien como el WiFi gratis de la plaza de la Constitución: es decir, pésimo.


Y luego está el caso del tipo de la moto que, según comentarios en las redes sociales, vestía los colores «equivocados». Porque claro, en este reality show improvisado, el delito no es robar, sino tener el mal gusto de combinar mal tu outfit. La turba no se molestó en verificar si era el culpable; total, para qué perder tiempo en detalles cuando puedes descargar años de frustración contra el sistema en un desconocido. Es como si Tlaxcala hubiera decidido que su lema ya no es «Cuna de la Nación», sino «Aquí se ajusticia primero y se pregunta después».


¿Qué está pasando aquí? ¿Es esto una rebelión contra la impunidad o simplemente una excusa para sacar el estrés? Porque, seamos honestos, si cada vez que alguien parece sospechoso lo vamos a linchar, pronto no quedará ni el señor de las nieves en la plaza. Y no culpo del todo a la gente: años de inseguridad, autoridades que parecen extras de El Chavo (sin ofender al Chavo) y un sistema judicial más lento que tortuga en reversa han creado el caldo de cultivo perfecto para este caos. Pero, ¿linchar al primer fulano que pase? Eso no es justicia, es The Purge con mala iluminación.


No lo digo yo solo: estudios como el de la Universidad Autónoma del Estado de México, que analizó datos de linchamientos entre 2015 y 2019, muestran que la percepción de inseguridad y la desconfianza en las instituciones son gasolina pura para estos estallidos. Según sus números, el 69% de los casos están ligados al robo, ese delito que todos sentimos en el alma, y la cosa se dispara cuando las redes sociales y los medios echan leña al fuego del miedo colectivo. Tlaxcala no es la excepción; es el ejemplo perfecto de cómo el hartazgo y la impotencia se convierten en una chancla voladora. El caso no es privativo de la entidad, también tenemos a Doña Carlota que se sintió hermana de los Almada y bajó a los paracaidistas de su propiedad pues las autoridades no hicieron caso a su denuncia.

Así que aquí estamos, en abril de 2025, viendo cómo Tlaxcala se convierte en el escenario de una distopía que ni M. Night Shyamalan se atrevería a escribir por miedo a que lo tachen de exagerado. Mientras tanto, las autoridades prometen «investigar» y «castigar conforme a la ley», lo cual suena tan creíble como cuando de adolecente le decía a mi mamá «ahorita voy» y aparecía tres horas después. Quizás lo que Tlaxcala necesita no es más policía, sino un guion decente y un director que le dé un final menos caótico a esta telenovela. Porque, al paso que vamos, pronto veremos el spin-off: Linchamientos: La Serie. Disponible en tu plaza pública más cercana. Entrada gratis, pero cuidado con parecer sospechoso.

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